Singularidad Tecnológica

La tecnología es propia del hombre desde que habita esta tierra. El paso de la piedra al hierro ya fue una revolución tecnológica. El hombre dejó atrás las herramientas líticas para dominar la metalurgia. Este avance contribuyó notablemente al desarrollo de las civilizaciones, transformando, entre otras, la guerra y favoreciendo la agricultura.

La promesa que nos hacen es grande y atractiva. Se trata de poder imaginar un futuro sin el sufrimiento de las enfermedades. Es la aspiración de detener el envejecimiento, incluso de darle la vuelta. Es poder pensar y sentir de formas nuevas, expandir nuestras capacidades más allá de cualquier barrera conocida. En resumen, vivir una vida mejor, más larga y plena.

Nuestro deseo de ir más allá no nace de la nada. El transhumanismo se apoya en herramientas reales que ya empezamos a usar. Son sus pilares científicos, las bases sobre las que se quiere construir un futuro diferente. No es solo un sueño, es un proyecto que se alimenta de la ciencia de hoy.

El primer pilar es la ingeniería genética. Se trata de poder leer y reescribir nuestro propio código, el ADN, para eliminar enfermedades antes de nacer o de fortalecer nuestro cuerpo contra el paso del tiempo. El segundo es la nanotecnología. Es la aspiración de crear máquinas diminutas, robots microscópicos (nanorobots) que pueden reparar nuestras células desde dentro o combatir virus de forma directa. Finalmente, la inteligencia artificial y la robótica nos permiten soñar con unir nuestra mente a las máquinas para pensar más rápido o con tener cuerpos que no se cansan ni envejecen.

Sin embargo, intentar esto es muy complicado. Nuestro cuerpo es un sistema delicado y difícil de entender. Querer mejorar una sola cosa puede causar problemas muy grandes en otras partes. Es peligroso creer que nuestro conocimiento actual es suficiente para hacer estos cambios. Corremos el riesgo de cometer errores terribles y permanentes en lo más profundo de nuestro ser.

Más allá del cuerpo, tenemos que pensar en la sociedad. Si estas mejoras no son para todos, el riesgo es muy grande. Se trata de poder crear la división más profunda e injusta de la historia. Una sociedad rota entre quienes pueden pagar por ser mejores y quienes no. Es un futuro muy oscuro que debemos evitar a toda costa.

Al final, todo esto nos obliga a hacer la pregunta más importante: ¿quién es el ser humano? Entender que somos frágiles y que nuestra vida tiene un fin es lo que da un sentido profundo a todo. El amor, la amistad, las ganas de hacer cosas, la libertad... todo nace de ahí. Alterar estas reglas básicas es arriesgarse a perder el rumbo.

 

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