Transhumanismo y Posthumanismo: Hacia la Transformacion del Hombre
Introducción
El transhumanismo, entendido como movimiento y como filosofía, plantea la superación de las limitaciones biológicas humanas mediante la tecnología avanzada. Promete erradicar el sufrimiento, la enfermedad y la mortalidad a través de disciplinas como la inteligencia artificial y la biotecnología. Sin embargo, esta perspectiva abre interrogantes profundos sobre el significado y los límites de lo humano.
2. Definición del transhumanismo y problemática esencial que suscita.
Resulta imprescindible, al abordar el fenómeno del transhumanismo, remitirse tanto a las formulaciones de Max More -quien lo caracteriza como “un conjunto de filosofías de vida preocupadas por guiar y acelerar la evolución de la inteligencia (…) atravesando y superando las limitaciones propias de nuestra condición mediante la ciencia y la tecnología” (Transhumanism: Towards a Futurist Philosophy)- como a las de Nick Bostrom, quien, desde el Future of Humanity Institute de Oxford, entiende el transhumanismo como “un movimiento cultural, intelectual y científico” que reivindica como deber moral el perfeccionamiento físico y cognitivo del ser humano, así como la supresión de rasgos indeseables tales como el dolor, la enfermedad, la vejez e incluso la muerte.
¿Esta orientación no exige un replanteamiento radical del significado de lo humano, de sus límites y de su sentido último?
Si aceptamos la posibilidad de transformar la condición humana a través de instrumentos como la inteligencia artificial, la biotecnología, la nanotecnología o la robótica, es decir, si consideramos legítimo someter los elementos constitutivos de la naturaleza humana a una lógica de mejora y manipulación según los proyectos definidos por la voluntad individual o colectiva, entonces estamos obligados a analizar las implicaciones filosóficas y éticas de un programa, radicalmente ateo que pretende trascender, o incluso abolir, los marcos de autonomía, dignidad, identidad y responsabilidad que durante siglos han delimitado nuestra autocomprensión.
No es casual que el transhumanismo contemporáneo, abanderado por movimientos como Humanity+, proponga abiertamente el perfeccionamiento radical de la especie mediante tecnologías cada vez más disruptivas, justificando intervenciones que, bajo la bandera del progreso y la ciencia, promueven el tránsito hacia una condición postbiológica donde lo humano parece destinado a desdibujarse, tal y como advierten sus críticos.
Los propios transhumanistas, en palabras de More y Bostrom, definen su proyecto como una redefinición sistemática del sentido de la existencia, fundamentada en la aplicación de la tecnología para eliminar todo lo considerado indeseable—sufrimiento, enfermedad, desigualdad, mortalidad—y para alcanzar la libertad y autorrealización plenas (More, 2013; Bostrom, 2003).
Sin embargo, ante semejantes promesas de emancipación, surgen interrogantes de diversa índole: la perfección moral e intelectual no está necesariamente al alcance exclusivo de la técnica, y existen procesos intrínsecos de superación asentados en la virtud, la libertad y la finalidad. Además, no es evidente que mejorar al hombre sea posible sin negar lo propiamente humano.
3.Fines y restricciones del programa transhumanista
Al analizar las metas declaradas del transhumanismo, surgen en primer plano ideales como la prolongación indefinida de la vida (inmortalismo), la supresión de la diferencia natural (abolicionismo), la erradicación del sufrimiento universal (postgenerismo), y la optimización ilimitada del individuo bajo el imperativo de la autorregulación mercantil (extropianismo).
Tales aspiraciones, aunque revestidas del discurso del progreso, presentan dilemas antropológicos y éticos de considerable envergadura, especialmente cuando la vida se reduce a una concatenación de intervenciones técnicas y a una mera funcionalización de la biología.
En última instancia, cabe preguntarse si es defendible una concepción de la existencia privada de límites, diferencia y dolor, y sometida exclusivamente a criterios de eficiencia, utilidad y rendimiento.
4. Principales inquietudes que suscita la puesta en práctica del transhumanismo.
En cuanto a la implementación de los principios transhumanistas, se pueden identificar al menos tres frentes de experimentación cruciales—el genético, el farmacológico y el tecnológico—, cada uno de los cuales comporta desafíos y riesgos específicos.
Por lo que atañe a la biotecnología y la medicina, emergen crecientes preocupaciones vinculadas tanto a la edición del genoma humano como a la selección genética. La eliminación de embriones considerados “imperfectos” y la aparición de nuevas patologías asociadas plantean cuestiones de enorme hondura ética, así como el peligro de una cosificación radical de la vida.
En el ámbito neurocientífico, la aparición de interfaces cerebro-ordenador, cuya evolución—de la mano de empresas como Neuralink—no solo promete espectaculares incrementos de capacidad, sino que introduce la amenaza de una vigilancia y control inéditos, sitúa al sujeto ante la posibilidad de quedar expuesto, sin mediaciones, a instituciones estatales o privadas con fines inciertos.
Girando la mirada hacia la robótica, es legítimo preguntarse si la proliferación de asistentes automáticos, destinados a paliar la soledad de una población envejecida, puede realmente sustituir la presencia humana. También es legítimo preguntarse si la robótica no conduce a una pérdida de sentido existencial y desarraigo, como se ha observado tras experiencias colectivas como los confinamientos.
Por último, la búsqueda de una inteligencia artificial superhumana y de fármacos que prolonguen indefinidamente la vida entraña el riesgo de vaciar de contenido la responsabilidad personal e incluso el sentido trascendente de la existencia porque la vida se reduce a un horizonte de mera optimización, sin misterio ni fin último.
5. Articulación de la frontera conceptual entre transhumanismo y posthumanismo.
Aunque comparten la voluntad de superar las restricciones biológicas que pesan sobre el ser humano, el transhumanismo y el posthumanismo divergen en la magnitud de la transformación propuesta. Mientras el primero es partidario de una mejora progresiva y controlada—aunque nunca exenta de ambigüedad respecto a los agentes y fines de tal proceso—, el segundo, en palabras de Donna Haraway y de figuras como Kurzweil o Bostrom, aboga por un salto cualitativo. En este salto, la humanidad deviene irreconocible, inaugurándose la era de seres inmortales y superinteligentes.
Si el posthumanismo implica abandonar los valores humanistas, ¿sobre qué bases éticas se construiría la convivencia de una “nueva especie”?
El posthumanismo implica, en consecuencia, el abandono de los valores humanistas y la instauración de un escenario incalculable, donde la “nueva especie” ve redefinidos su destino, su sentido y sus referencias éticas fundamentales.
Cabe considerar que el resultado de esta transición —ya sea emancipación o pérdida irreparable de lo humano— constituye la cuestión fundamental que mantiene abierto el debate contemporáneo.
6. Anticipaciones y advertencias formuladas por Raymond Kurzweil
Kurzweil se ha erigido en el principal portavoz de la llamada “singularidad tecnológica”, esa situación límite en la que el crecimiento exponencial y convergente de la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías conduciría a una fusión irreversible entre máquina y mente humana, desbordando los límites ontológicos y éticos que han definido a nuestra especie durante milenios (La singularidad está cerca).
Su predicción es inquietante: al ritmo acelerado del siglo XXI, las capacidades de control y discernimiento humanas podrían verse sobrepasadas, dando lugar a una época más caracterizada por la incertidumbre respecto al propio futuro que por la promesa de dominio racional.
7. Posibilidad de una superación integral del cuerpo humano.
El transhumanismo y el posthumanismo sostienen una concepción del cuerpo como mero soporte disponible para la mejora y el reemplazo indefinido, en agudo contraste con aquellas tradiciones filosóficas que, al considerarlo unidad espiritual y libre, sitúan en él la sede de la dignidad y la trascendencia humanas.
Yuval Noah Harari observa que la integración obligada de tecnología y biología estaría orientando el tránsito del Homo sapiens hacia una condición “deificada”, en la cual la elección individual cede ante la imposición de procesos de mejora, y donde la factura antropológica y ética de estos cambios resulta, a día de hoy, incalculable (Homo Deus).
8. Fundamentos antropológicos desafiados por el transhumanismo
La antropología subyacente al pensamiento transhumanista evidencia una asunción acrítica de los paradigmas modernos, según los cuales el hacer se sitúa por encima del ser, la persona se reduce a su capacidad funcional y toda referencia ontológica estable se difumina, tal como advierten Pastor-García Cuadrado y Postigo.
Este giro implica la sustitución de una concepción basada en la dignidad inherente por otra orientada a la operatividad y la potencialidad, con el consiguiente riesgo de perder de vista la identidad real y estable del sujeto.
8. Horizonte ético e interrogante principal que deja abierta la propuesta transhumanista.
En última instancia, el ideal transhumanista se encuentra orientado a maximizar la felicidad a través de la eliminación de los límites naturales, recurriendo a una ética de tipo consecuencialista centrada en la maximización del beneficio tangible y cuantificable.
No obstante, este planteamiento deja sin resolver la pregunta esencial de si, al alcanzar estas metas, los seres humanos serán realmente más felices o si, por el contrario, habrán extraviado aquello que los constituye y da sentido a su existir, oscilando perpetuamente entre la promesa utópica de perfección y el temor distópico a la desintegración y la soledad radical.