La revolución sexual de 1968

¿De dónde proceden las leyes que en España tenemos sobre el matrimonio igualitario, la aceptación de familias diversas, la ley de transexualidad, la implantación de la educación sexual obligatoria integral desde la escuela? ¿Quién ha elaborado los contenidos tanto teóricos como prácticos de esta asignatura, que, insisto, es obligatoria?

En principio, la educación sexual que recibían nuestros hijos en los centros educativos, entre otras cosas, ponía el acento en una información sobre los métodos anticonceptivos, el aborto, el uso del preservativo en prevención del contagio de enfermedades venéreas, etc. Pero desde hace años se ha introducido lo que oficialmente se ha denominado “perspectiva de género”.

¿Desde dónde se han tomado todas estas decisiones? Todas las leyes referidas tanto a la salud reproductiva (anticoncepción, aborto, etc.) como a las de género han ido desarrollándose en las altas instancias de la ONU. Pero la cuestión es: ¿cómo, cuándo y quiénes han introducido toda esta perspectiva que se ha impuesto de una manera orquestada en las últimas décadas en todas las legislaciones nacionales, al menos en los países occidentales? ¿Qué hay detrás de esta perspectiva, en realidad ideología, de este sistema de valores que vemos plasmados en nuestra sociedad tanto en las conductas individuales como en los medios de entretenimiento (series, TV, plataformas, literatura, comics, musicales, etc.)?

¿Estamos ante un cambio de paradigma, es decir, ante un radical cambio del modo de entender al hombre, al matrimonio, a la familia? Es evidente que sí. ¿Existe un desmantelamiento de los valores que hasta hace unas décadas hemos considerado como constituyentes de nuestra cultura y forma de entender la vida? Es obvio que sí. Hemos acudido a una “liberación sexual”, estamos asumiendo que, en lo referente a la sexualidad, y por ende, al matrimonio y a la familia, las “normas han cambiado”.

Es evidente que padecemos una tiranía de lo “políticamente correcto”, que hay expresiones, palabras, opiniones que no pueden ser libremente expresadas, pues corremos el riesgo de ser tratados de transfobos, homófobos, etc. Hay que aceptar que uno puede autopercibirse libremente como desee: mujer, hombre, transexual, bisexual (como ejemplo, uno de los participantes de Eurovisión 24) y una larga lista de pronombres y, hay que aceptarlo y darlo como verdadero y bueno.

Si no tratas a una persona según su género, es decir, como él se autopercibe y te diriges utilizando un pronombre equivocado, eres intolerante e incluso puedes ser acusado de “delito de odio”. Si en mi certeza física estoy ante un fornido ser, con barba y musculatura y vestido de mujer, debo afirmar que es una mujer.

Como lo biológico no determina ni el sexo ni el género, cada quien puede autopercibirse como “sienta” y la sociedad debe aceptarlo así, ya que las leyes le amparan. Por ejemplo, sabemos que hay guardias civiles que se han cambiado de género en el registro civil, cambio que se hace de manera sencilla sin otro requisito que registrarse. Ni siquiera es necesario cambiar de nombre. De hecho, eres lo que pone en tu registro con todas las consecuencias legales que eso conlleva (privilegios que podría tener la mujer en el ejército: indemnizaciones por violencia de género e incluso el polémico derecho a utilizar baños públicos, etc.).

¿Quién ha promovido todas estas leyes? ¿Quién está detrás de esta auténtica revolución social? ¿Era una reivindicación social mayoritaria, una aclamación de los ciudadanos? ¿Acaso una necesidad exigida por una mayoría? Evidentemente, no.

Desde hace décadas, y hay una extensa literatura sobre ello, se ha impuesto una versión del feminismo que nada o poco tiene que ver con el feminismo, por llamarlo de algún modo, clásico.

Las ideas mueven los cambios y, aunque la mayoría de la gente ordinaria no sea entendida, en ideas filosóficas, doctrinas, estudios académicos, nos guste o no, vivimos de acuerdo a ellos. De igual manera que la Revolución Francesa cambió el pensamiento europeo según las ideas de pensadores franceses revolucionarios, y de igual modo que la revolución industrial revolucionó nuestra sociedad, por poner dos clásicos ejemplos, de igual modo desde mayo de 1968 estamos viviendo “la revolución sexual”.

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